Historia del Real Madrid

Ahab escribió:Más historia, esta bien reciente, la final de copa de ayer, jejeje:

Greta Garbo bajo los palos
Rezumaba mística y siempre repetía liturgia. Vestía jersey inglés de punto de lana y cuello alto, calzones hasta la rodilla, guantes, tobilleras, rodilleras blancas y gorra dura, para protegerse de los molestos rayos del sol. Supersticioso convencido, saltaba al campo con un muñeco que dejaba junto a la portería y procuraba ser el último de la fila antes de saltar al campo. Se llamaba Ricardo Zamora y fue el mejor portero del mundo durante veinte años. Los cronistas de la época inmortalizaron su nombre ligándolo a un epigrama que, con el paso de los años, se convirtió en un lema universal: "Uno a cero y Zamora de portero". Su leyenda y su popularidad llegó a rivalizar con la de la actriz Greta Garbo. Ella, bajo los focos de Hollywood, se convirtió en La Divina. Ricardo, bajo los palos, pasó a ser El Divino. Fue un guardameta homérico, cuyo secreto más íntimo fue dominar su miedo, hasta convertirlo en su mejor amigo: "En ocasiones te gustaría ser un topo, meterte por debajo de la hierba e irte a casa sin que nadie te viera, porque te abruma el peso de la responsabilidad. Eres el último baluarte, y si tu fallas se va todo al garete". Zamora atajaba la fácil, la difícil y la imposible. Era la perfección bajos los palos. El portero de todos los porteros. Y eso que iba para médico, como el propio Divino llegaría a confesar cuando su leyenda empezó a causar furor entre el pueblo: "Cambié la bata de médico por la gorra y el jersey de cuello alto, y no me ha ido mal. Nunca acabé de verme como matasanos, esa es la verdad". A pesar de que se matriculó en primero de Medicina y para disgusto de su padre, jamás acabó la carrera. Se interpuso el fútbol.

Su aventura comenzó cuando el Universitari de Barcelona se quedó sin portero y no encontró relevo. Ocho días después, Ricardo Zamora, hijo de médico, con pinta de galán espabilado y buena planta, se convertía en el goalkeeper del Universitari un 27 de febrero de 1916. Aquel día encajó cuatro goles ante el Fútbol Club Barcelona, pero los críticos resaltaron sus increíbles reflejos bajo los palos. Fichó por el RCD Espanyol, jugó en el FC Barcelona, en el Real Madrid, conquistó dos ligas y una Copa, y fue indiscutible en la selección española. Su potencia de piernas, su vista privilegiada, sus dotes para interpretar el juego y sobre todo, su agilidad felina, le catapultaron hacia el estrellato. Fue el primer ídolo futbolístico. Un pionero de los tres palos que jalonó su vida de paradas imposibles, romances de ensueño, fastuosos casinos y extraordinarios trajes caros. Zamora fue el primer español en cobrar cinco mil pesetas al mes y fue el primer "galáctico" del fútbol europeo, después de que el Real Madrid pagara 150.000 pesetas por su fichaje en el año 1930.

Su mayor momento de gloria llegó en Amberes, donde España logró la medalla de plata de los Juegos Olímpicos de 1920. Aquella hazaña se dio a conocer en suelo español como La Gesta de Amberes, donde ocurrieron una serie de episodios tan heróicos como sórdidos. Allí brilló el innovador seleccionador Paco Bru, allí nació La Furia con el desgarrador grito de Belauste (A mí el pelotón Sabino, que los arrollo) y fue allí donde Zamora sufrió la única expulsión de su vida por arrearle un crochet de derecha a Baldini II, un deslenguado italiano. Y fue allí, en Bélgica, con el dinero que le sobraba de los setenta y siete francos de su dieta, cuando Zamora quiso aprovechar lo barato que estaba el tabaco belga. Craso error. Fue detenido en la aduana, acusado de contrabandista y encerrado en un barracón de un puesto fronterizo. A la mañana siguiente, después de abonar religiosamente 500 pesetas de la época, fue puesto en libertad junto a un periodista del diario Hándicap. Llegó a España con una medalla de plata colgada del cuello y con el susto en el cuerpo. Y es que aquella bendita afición por el tabaco era el único vicio confeso de El Divino. Le gustaba fumar tres paquetes diarios de cigarrillos, solía beber cerveza con los amigos antes de los partidos, Sol y Sombra si no había match y coñac francés los domingos de guardar. Los niños se le acercaban para conseguir su autógrafo, los periodistas para recoger sus impresiones y las mujeres, para conocer de primera mano sus dotes de galán. Incluso las beatas del barrio se acercaban a Zamora para besar aquellas dos manos que, según decían, eran reliquias dignas de ser besadas. Porque Ricardo era divino. Todo un Santo.

La Guerra Civil dinamitó su vida. En busca y captura, evitó a los milicianos escondido en su casa y luego, en el domicilio de un conocido médico. Un año más tarde no tuvo más remedio que visitar la única tienda del mundo que no cierra nunca, la cárcel. Allí aparecía de vez en cuando un miliciano, recitaba en voz alta los nombres de ocho o diez personas y se los llevaban. Nunca volvían. Les habían dado el 'paseo'. Nunca quedó claro el motivo de su etapa en prisión, porque su único partido político conocido era el balón, pero el caso es que fue liberado gracias a las gestiones de la embajada de Argentina, hasta que pudo regresar a Valencia después de una travesía a bordo del torpedero Tucumán, que lo llevó a Niza, ciudad en la que vivió hasta el final de la guerra. En 1936 volvió a la portería. Jugó la final de la Copa de España en Valencia, y fue decisivo en el triunfo del Real Madrid sobre el Barcelona por 2-1, donde realizó una parada impresionante, a ras de suelo, para evitar que un disparo del catalán Escolá. Aquella fotografía de Ricardo Zamora en pose felina, volando bajo y atrapando el balón junto al poste, fue publicada por todos los diarios del mundo. Era la estampa en blanco y negro de un héroe que desafiaba la ley de la gravedad en una estirada imposible. La foto se propagó por todos los confines del mundo. Hizo furor en Francia. Arrasó en los quioscos de Italia. Se podía adquirir en el mercado negro de Marruecos. También llegó hasta la Rusia del Soviet Supremo, donde la instantánea cobró vida propia en El Kremlin.

Cuentan los libros de historia que, cuando se instauró la Segunda República de Niceto Alcalá Zamora, un destacado miembro destacado del Partido Comunista reportó un telegrama informativo con dirección a Moscú. El destinatario era Josef Stalin. El Secretario General del PCUS recibió el telegrama, pronunció el nombre del nombre del nuevo presidente español y acto seguido, preguntó a sus colaboradores: "Este Zamora...es el futbolista ¿verdad?". Periodista del extinto diario "Ya" y actor de cine (rodó un cameo en "Once pares de botas" y protagonizó "Campeones"), Ricardo Zamora fue el primer crack mediático de todos los tiempos. Fue Greta Garbo bajo los palos.

Rubén Uría / Eurosport