Los buenos chicos

Los buenos chicos viven en un país pequeñito que está ahí arriba y por el que pasa el Ebro, que es un rio que nace en tierras lejanas y extrañas.

Los buenos chicos son solidarios en la foto, pero nunca van al lugar de la catástrofe.

Los buenos chicos no hacen cosas malas, como beber alcohol, por eso sólo toman batidos vitaminados de lo más inocente.

Los buenos chicos no protestan nunca al árbitro, excepto cuando pierden el partido.

Los buenos chicos no insultan ni dicen palabrotas a los colegiados, sólo los llaman mentirosos públicamente, pero con mucha educación.

Los buenos chicos aceptan deportivamente las decisiones de los trencillas, por eso los rodean en grupo y continuamente para felicitarles por su decisión cuando les sacan una tarjeta amarilla por no haber hecho ni falta.

Los buenos chicos son un modelo para los niños, por eso sólo se casan con sus novias después de haberlas hecho madres (y alguno abuela), como debe ser.

Los buenos chicos quieren mucho a sus mamás, por eso se casan con chicas que podrían ser las amigas de su mamás.

Los buenos chicos siempre participan en la función teatral de la clase, por eso la repiten en el terreno de juego cada fin de semana y para todos los públicos.

Los buenos chicos no se meten el dedo en la nariz, por eso les quieren tanto y les premian con el balón de regaliz.

Los buenos chicos siempre ponen cara de no haber roto nunca un plato, y aunque la vajilla se haya hecho añicos, el plato lo habrá roto otro, por ejemplo, Obrevo.

Los buenos chicos nunca piden nada, que es de mala educación, salvo que se trate de un café en un NH hotel.

Los buenos chicos son muy modositos cuando se comportan en público, excepto que se trate de la final de la Copa del Rey, donde te demuestran su dominio bucal del viento.

Los buenos chicos tienen una gran sensibilidad artística y por eso se alegran de que las cosas pinten bien.

Los buenos chicos no se queixan de nada, sino que llaman a Freixa para que les solucione el problema.

Los buenos chicos están tan bien educados que felicitan siempre al adversario, excepto cuando pierden con el adversario.

Los buenos chicos tienen lo que se dice buena prensa, por eso no importa nunca lo que digan, ya que la prensa será buena con ellos y no se lo tendrá en cuenta.

Yo soy un chico malo. Y no me gustan los chicos buenos porque, generalmente, además de ser unos falsos, son unos hipócritas.