El Mito
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La parábola del Buen Campeón o el triunfo de la Humildad

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eing? La parábola del Buen Campeón o el triunfo de la Humildad

Mensaje por Blanco Nuclear Lun Mayo 30, 2022 11:46 am

Según la mayoría de los expertos opinantes que se creen que saben de fútbol, pero no saben nada de la vida y de la muerte -lo que debería ser una condición sine qua non para poder opinar de algo con algo de fundamento y razón- el Real Madrid ha ganado, de nuevo, una Champions, la Décimocuarta, inexplicable. Inexplicable, al decir de muchos, porque ha eliminado y derrotado a todos aquellos equipos que, según los medios que dictan a los demás lo que se debe pensar y aceptar para equivocarse rotundamente, eran mucho mejores que el Real Madrid, táctica, física o cualitativamente. Cualquiera que pusiera en duda tal juicio de experto era inmediatamente tachado de iluso, ingenuo, ignorante, arrogante, fanático, o todas ellas a la vez.

Lo cierto es que el Real Madrid ha destrozado, una vez más, todas las elucubraciones, las opiniones y las previsiones de todos ellos, inclusive las de muchos opinadores que se dicen madridistas y que no saben lo que dicen, porque desconocen por completo el alma del madridismo y la confunden con la magia, lo paranormal o lo milagroso, y demás estupideces por el estilo.

El secreto del Real Madrid no está en nada de todo eso. El secreto del Madrid, y del madridismo en general, está en una virtud humana que todos desprecian por divina, y que nadie tiene en cuenta en este mundo vano de éxito, pompa y jabón, y que se llama HUMILDAD.

Y qué es la humildad? La humildad no es poner cara de buen chico y hablar con la voz bajita para no molestar a nadie, no se vaya a enfadar otro con lo que uno dice o piensa. La humildad es la verdad. Y el Madrid reconoce la verdad en un partido de fútbol mejor que nadie. Ese es el secreto y ojalá no se pierda nunca.

Porque hay que ser humilde, para reconocer que el PSG te ha dado un baño monumental durante  ciento cincuenta minutos de juego, pero la verdad es que aún quedan treinta minutos para intentarlo. Y hay que ser muy humilde para aceptar que el Chelsea te ha superado la ventaja de dos goles que llevabas cuando comenzó el partido, pero la verdad es que aún quedan cinco minutos y una prórroga para intentarlo. Y hay que tener una humildad franciscana para admitir que el City es un equipo tremendo y te lleva dos goles de ventaja a punto de finalizar el encuentro, pero la verdad es que el árbitro aún no lo ha pitado y queda el tiempo que Dios quiera para intentarlo. Y con fe ponerse a ello, como si el pasado no existiera, esperando solo en el futuro, que es lo que determina con toda precisión con qué actitud se afronta el presente que uno vive.

El orgulloso hace lo contrario: si va perdiendo en el último minuto, acepta la mentira, y se cree que los partidos duran ochenta y nueve minutos, y desprecia, por su orgullo, ese mínimo tiempo maravilloso que le queda por delante, durante el cual todo puede cambiar. Porque lo que en el minuto ochenta y nueve es pesimus puede convertirse en el noventa en optimus. Eso es doctrina católica cierta, comprobada y merecedora de toda confianza. Y si no, que le pregunten al buen ladrón que pasó de la tortura de la cruz al Paraíso en un segundo.Y eso lo sabe el Madrid mejor que nadie. Y lo pone en práctica más veces que nadie.

Y si vamos a las finales, nos encontramos con la misma actitud humilde por parte del Madrid, que  los demás no tienen, y es lo que explica que no pierda una final ni cuando le dan por muerto antes de jugarla, y encima sin posibilidades de resurrección. El Madrid sabe que la verdad de una final, que te hace campeón, consiste, simplemente, en meter un gol más que el rival. Con eso basta. Y hasta muchos pensamos que sobra. Mientras que los demás, en su orgullo y arrogancia francamente estúpidos, se creen la mentira que, para ganar una final, hay que apabullar y golear al rival para demostrar a todo el mundo que eres el mejor sin discusión. Y ese orgullo les pierde a ellos y también les hace perder la final.

Por eso el Madrid ganó al Liverpool en París y levantó la Champions más humilde y auténtica de la historia, protagonizando unas humildes remontadas espectaculares, y ganando al orgulloso Liverpool por un humilde y más que suficiente 1 a 0, que nos llena a todos los madridistas de orgullo (ahora sí) y satisfacción, bien entendidos, y nos lleva directamente al Paraíso de las emociones balompédicas, como le sucedió al buen ladrón cuando reconoció en el sufrimiento de la cruz al que era el campeón de la Verdad, la aceptó y se unió a ella. Y se salvó en el minuto noventa de su vida, por la humildad que tuvo en el minuto ochenta y nueve de su muerte, cuando parecía que todo estaba perdido. Lo mismo que ha hecho el Real Madrid en toda la Champions y por eso ha ganado la Décimocuarta y se ha proclamado, con todo merecimiento, “el Buen Campeón”. Y el que tenga neuronas para entender que entienda, y si no…que se haga del Barça y se abone a RAC1.
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